Como viene siendo habitual, las diferencias de valoraciones entre los tertulianos marcaron la pauta de la conversación. Teniendo en cuenta que los temas a tratar giraban en torno al mundo infantil y el humor como tratamiento, en la medida que los participantes tuvieran distintas formas y distancia de relación con los niños, su interés y comprensión del mundo infantil mediatizaban notoriamente las opiniones sobre las obras tratadas. Esta era la primera vez que se trataba obras con el humor de por medio, lo que aumentaba la dificultad de pillar el sentido del humor de otras culturas.
Algunos piensan que Botchan es el alter-ego de su autor. Sí es cierto que Natsume Soseki se basa en una de sus experiencias como maestro, pero a partir de allí crea un personaje creíble y a través de su mirada descubrimos un mundo muy determinado por los cambios sociales que se están produciendo.
Botchan (se puede traducir como “niño mimado”) es un profesor astuto en el claustro y autoritario en el aula, podrá ser un metepatas, pero es un amigo fiel llegado el caso. Mucho se ha dicho de este individuo con dificultades de integración que ve el mundo en blanco y negro: es arrogante, impulsivo, obsesivo, acomplejado, ácido, descreído, irreflexivo, vengativo; incluso para algún tertuliano un friki de su época. Pero al no aceptar la hipocresía y la doble moral se convierte en íntegro, justo y algo ingenuo por momentos. La polémica giro en torno al personaje central y hasta dónde es o no una cosa u otra. Presentada como una gran obra humorística, no todos desde nuestra cultura alcanzan a verla como tal. Lo que si se reconoce del conjunto de la obra, es un texto cargado de humanismo, denso y directo.
Existen varias traducciones de esta obra y como bien se dijo, debería existir una distinta, acorde a cada generación, que permitiera un acercamiento más integro del sentir del autor, y quizá también de su sentido del humor.
El film fue Buenos días de Yasujiro Ozu, cuyo núcleo del relato trata sobre la relación ambivalente de los niños con el mundo adulto, cuestionando el orden donde serán integrados. La autoafirmación de los niños en lo que consideran un entorno hostil en el terreno de la comunicación desemboca en la rebeldía. Son los adultos los que ceden (aunque por distintas razones) y se recupera la concordia. En una sociedad cambiante, con la entrada del modo de vida americano, el incipiente consumismo es el nuevo valor de la modernidad. Dentro de la comunicación, el exceso de cortesía encubre los sentimientos. El protocolo, aceite de la sociedad en las relaciones humanas, cuando se vuelve rutinario y mecánico pierde su significado; eso es lo que los niños detectan, cuestionan y critican.
El lenguaje, piedra angular de la comunicación, aparece en la película en sus diversas formas. Diferentes modos verbales, de los niños entre sí, o y para con los adultos, la mímica, los códigos corporales, juegos de palabra encadenadas e incluso la lectura de libros en voz alta; a lo que se le suma tener que aprender el idioma de los ocupantes después de la guerra. Ozu nos muestra un ligero humor visual que permite un acercamiento más claro a esa otra cultura y unas formas de relaciones sencillas entre (en este caso vecinas) personas humildes; esto hace que aparezca la sensación de que no somos tan diferentes. La puesta en común de los tertulianos indica que en algún momento consiguió como mínimo, algo más que una sonrisa.
Yotsuba es una niña de cinco años y pelo verde que descubre el mundo a través de las cosas más sencillas. Hasta ahí todo claro, pero cuando se empieza a profundizar en algunos aspectos de los personajes que la rodean las diferencias entre los tertulianos aparecen. La influencia del mayor o menor acercamiento al mundo infantil de los participantes fue más clara en la apreciación de este manga.
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