domingo, 19 de abril de 2015

Enseñar, aprender


Yoko Ogawa, La fórmula preferida del profesor (2003)
Keisuke Kinoshita, Veinticuatro ojos (1954)

Todos hemos experimentado en nuestras propias vidas dos concepciones opuestas de la educación, que se corresponden con etimologías diferentes de la misma palabra. La primera concibe a las personas como seres incompletos, a las que deben transmitirse conocimientos y habilidades para que puedan llevar una vida autónoma y productiva dentro del orden social establecido (del latín educare: formar, instruir). La segunda pretende facilitar el desarrollo de las capacidades que ya poseen, respetando y fomentando su libertad (ex ducere: guiar, sacar). Adherirse a una u otra perspectiva implica elegir un sentido diferente del camino educativo: de fuera a dentro (hay que llenar de conocimientos al alumno) o de dentro a fuera (lo importante es permitirle hacer realidad sus posibilidades).
Parece claro que tanto la novela como la película optan por esta segunda vía. El profesor sin nombre y Hisaki, la nueva maestra rural, son conscientes de que para dar sentido y dignidad a la vida (tanto a la suya como a la de sus alumnos) deben recorrer tres caminos, ejemplificados en varias escenas de ambas obras: el que nos permite, a través del crecimiento intelectual, percibir y ordenar la realidad para encontrar un lugar en ella; el del encuentro y la comunicación sincera con otras personas; el del juego, la diversión y la celebración compartidas. Además, los dos relatos comparten como punto de inflexión narrativo un accidente, que cambia la vida de los protagonistas y su relación con los alumnos.
Sin embargo, se diferencian en un punto fundamental, que determina el tono general de los relatos. La fórmula preferida del profesor ejemplifica, como tantas otras historias de superación personal, la idea de que el esfuerzo de las personas humildes les permite superar cualquier dificultad, por grave que parezca (el hijo de una asistenta llega a profesor de secundaria, siguiendo los pasos de su mentor). En cambio, Veinticuatro ojos nos recuerda que muchas veces estamos indefensos -como niños- ante la adversidad y que la justicia no forma parte obligatoria del destino.

Enlaces de interés


Sobre Veinticuatro ojos recomendamos las reseñas aparecidas en El gabinete del Doctor Mabuse y Bandeja de plata, así como la completa ficha que le dedicó el Aula de cine de la Universidad de Las Palmas.

Yoko Ogawa es una de las escritoras japonesas con mayores ventas en su país natal y en el extranjero. En esta entrevista (en inglés) se refiere a sus diferentes registros narrativos, a sus intereses y a La fórmula preferida... La Editorial Funambulista ha publicada varias de sus novelas en castellano. Muy interesante la exhaustiva guía de lectura escrita por Mª Luisa Caride, profesora de lengua española y literatura.

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