domingo, 24 de febrero de 2019

Tras el divorcio

Edición japonesa de "Kinshu"
Teru Miyamoto. Kinshu. Tapiz de otoño (Kinshu, 1982)
Hirokazu Kore-eda. Después de la tormenta (Umi yori mo mada fukaku, 2016)
Sección oficial Una cierta mirada del Festival de Cannes 2016. Sección oficial del Festival de Chicago 2016
Kazuo Kamimura. El club del divorcio (Rikon Kurabu, 1974-1975)
Premio del Patrimonio del Festival de Angoulême 2017

Entre otros aspectos de interés, las obras seleccionadas nos permiten observar cómo ha cambiado la percepción del divorcio en Japón durante las últimas décadas (otros ejemplos nos los dan noticias aparecidas en 19961998, 2010, 2016 y 2017).
A partir del retrato de tres jóvenes parejas que han roto su convivencia, los autores retratan a personajes llenos de matices, cuyas motivaciones y conducta evolucionan a lo largo del tiempo. Destaca la coincidencia en el carácter de los hombres, "empeñados" inicialmente en autoboicotearse, caer en una pendiente destructiva y ocupar su tiempo en lamentos por un pasado que ya no pueden recuperar.

Adaptación teatral de 2007
Teru Miyamoto es un prolífico y reconocido autor -ha recibido los premios Akutagawa y Osamu Dazai-, aunque de sus más de ochenta novelas -de las que al menos diez han sido adaptadas al cine- solo podemos encontrar tres en castellano.
Al tratarse de una novela epistolar, donde vamos conociendo la historia de Aki y Yasuaki conforme leemos sus cartas, Kinshu puede recordarnos a La escopeta de caza (Yasushi Inoué, 1949). Además de aumentar la credibilidad del relato, esta estructura facilita el análisis psicológico de los protagonistas, remarca su evolución -quizá lo más interesante de la novela-, ahonda en su intimidad sin necesitar un narrador omnisciente y permite explorar la simetría y complementariedad de las distintas interpretaciones de los hechos.
En algunos momentos encontramos puntos en común con los relatos de Yasunari Kawabata, tan hábil para describir la atracción y el deseo; por fortuna, la trama no avanza hacia sus tradicionales geometrías amorosas.
Por último, hay un acercamiento a la vivencia de la discapacidad en la familia, si bien con menos profundidad que en los relatos de Kenzaburo Oé.

Hirokazu Kore-eda está construyendo con sus películas, que siempre se mueven entre lo notable y la obra maestra, una maravillosa reflexión sobre la(s) naturaleza(s) de la familia y la influencia de la escasez de recursos económicos. Mostrando la vida con naturalidad, nos invita a observar la multidimensionalidad de sus personajes sin juzgarlos.
No hay perfección, ni en los seres humanos ni en sus finales, que quedan maravillosamente abiertos, como en Después de la tormenta; por ejemplo, ¿aprovechará Ryôta en una segunda novela las notas escritas de madrugada en la libreta de su madre?, ¿qué hará con la piedra de entintar que le ha permitido redefinir la relación con su padre y recuperar su orgullo de escritor?; ¿se casará Kyôko con su actual novio?



Kazuo Kamimura aúna en El club del divorcio maestría técnica y realismo social. Composiciones de página, perspectivas y secuencias de viñetas configuran un estilo propio que permite trasladar con eficacia su mensaje: el cuestionamiento de un modelo de organización social capaz de castigar a sus víctimas, limitando sus posibilidades de subsistir si no es recurriendo a empleos censurados por aquellos mismos que, hipócritamente, se aprovechan de ellas.
Yûko personifica un colectivo que, en los años setenta del pasado siglo (y seguro que en muchos casos también ahora) luchaba por salir adelante sin poder esperar más que inestabilidad económica permanente e incomprensión.


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