lunes, 17 de noviembre de 2014

Los músicos de Gion

Kenji Mizoguchi, Los músicos de Gion (1953)
- A partir de hoy estás en venta, y hay que adornar la mercancía.
Mizoguchi es ya un viejo conocido de la tertulia sobre cultura japonesa: en años anteriores vimos Cuentos de la luna pálida y El intendente Shanso.
Los músicos de Gion se filmó en 1953, justo entre las dos anteriores, y supone la vuelta del director a temas que ya había tratado en otras películas: el mundo de las geiko, los gastos que exige mantenerse como tal, la pobreza o la explotación sexual de las mujeres. Una realidad que conocía de primera mano, ya que su hermana fue vendida a una okiya cuando era niña, y volvió a vivir con ella años después.
- Las geishas no mienten en sus promesas. Forma parte del negocio. Nosotras a todo decimos que sí, pero lo hacemos para que el cliente se sienta feliz.
La historia tiene muchos puntos en común con el resto de obras propuestas para esta tertulia: las dificultades económicas que intentan superarse accediendo a una profesión sustentada por quienes tienen dinero y poder, las deudas que solo se pueden solventar renunciando a la dignidad y los principios, la familia que no apoya sino que chantajea, la sumisión femenina...
- La función de una geisha es tratar bien a sus clientes, sin rechazarles, aunque a veces no sean de tu agrado.
- Si no eres rica, debes sacrificarte.
Se trata de un retrato pesimista de la institución de las maiko y las geiko, donde pronto deja de tener protagonismo el aprendizaje del oficio por parte de Eiko para mostrar su lado más oscuro. En paralelo, vemos cómo Miyoharu pasa de parecer una mujer altiva con los clientes a mostrar su afecto y lealtad hacia su joven protegida.
- ¡Todo es una mentira! ¡La belleza de Kioto, nuestra fama, todo es falso! Solo triunfan las que saben vender su cuerpo.
La película finaliza en el festival que le da su título original: se denomina Gion bayashi a la música que suena en el Gion Matsuri, la celebración que transforma Kioto durante el mes de julio.

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