domingo, 27 de septiembre de 2015

Crítica social

Jiro Taniguchi y Natsuo Sekikawa, La época de Botchan vol. 1 (1984)
Natsume Soseki, Soy un gato (1905-06)
Kore-eda HirokazuAir doll (2009)
Chiroru Kobato, Soy un gato (2010)

A veces, la mirada más clara sobre un hecho social la aporta quien se encuentra con esa realidad por vez primera, sin condicionantes previos, compromisos o intereses particulares. Por ello, las dos obras sobre las que gira esta tertulia utilizan a seres que, inesperadamente, muestran características humanas -un gato inteligente y una muñeca hinchable llena de sentimientos- y así pueden reflejar las consecuencias de lo que somos y hacemos; habitantes de una realidad ajena a aquella en la que vivimos, actúan como fiel espejo de nuestras contradicciones. Sin embargo, el tono de ambos relatos es tan diferente como sus autores...
"Verle ahí, fingiendo que es el único destinatario de la iluminación, es motivo suficiente para hacer que los gatos nos partamos de risa". 
Soseki, hijo no deseado de una familia numerosa, siempre fue infeliz: pasó por insatisfactorios trabajos como profesor y por años de soledad en el extranjero, y ejemplifica la crisis de identidad de Japón a finales del siglo XIX. Por eso, es ácido en su crítica de la sociedad burguesa de la época y muy efectivo ridiculizando los usos y costumbres del momento o detectando las debilidades humanas, pero no parece capaz de plantear alternativas ni encontrar caminos de mejora: su gato sin nombre comparte las carencias del dueño al que tanto critica (el mismo alto  e injustificado autoconcepto, igual necedad y vagancia). Como dice en La época de Botchan, "me apetece burlarme un poco de las gentes frívolas que bailan llenas de alegría diciendo que ha venido una nueva época", pero ahí terminan sus intenciones. Aún así, hay que tener en cuenta que sigue siendo considerada como una de las obras de referencia de la literatura japonesa.
Los dos mangas suponen un buen complemento de la novela: el de Taniguchi y Sekikawa sitúa en el contexto cultural y sociopolítico la génesis de las primeras obras de Soseki (Botchan y Soy un gato), mientras que la adaptación de Chiroru Kobato dulcifica los aspectos más cínicos del relato original, especialmente en la descripción del gato y su dueño.

"La vida parece estar construida de forma que nadie pueda vivirla solo. Estos tres versos de Yoshino Hiroshi reflejan, en mi opinión, el mundo en que vivimos y las vidas de los personajes de la película. También uso el poema simbólicamente en la película. Quiero que los personajes se comuniquen y se conecten a través de la muñeca hinchable. Mediante esta conexión, crecen y cambian. Refleja mi opinión del mundo y de sus habitantes; la verdad y la belleza de la vida dependen del crecimiento y del cambio. A primera vista, la película puede parecer una historia de amor, pero esconde preguntas acerca de la naturaleza humana: ¿Pueden las personas llenar su propio vacío? ¿Cuál es el significado de la vida? ¿Qué es un ser humano?"
Hirokazu, con el que inauguramos esta tertulia en 2010, parece el reverso de Soseki. Ha homenajeado a su familia de origen en Still Walking ("Hablaba de la relación con mi madre, y justo antes de empezar con el proyecto murió (...) Además, mi padre murió hace seis años, así que dentro del tema de la familia lo que me toca más de cerca es la relación con los hijos") y tiene en cuenta a su hija en sus obras más recientes, como Kiseki ("Es una película dedicada conscientemente a mi hija, que ahora tiene cuatro años, y quiero que la pueda ver cuando cumpla diez"). No es un neurótico ("Para mí la madurez llega cuando nos enteramos de que el mundo y las cosas no van a ser como queremos. No todos los deseos se cumplen. Así nos convertimos en adultos. Este es paso muy importante para los niños. Pero crecer ya es un milagro"). Toda su exitosa vida profesional ha estado ligada al cine y al documental, donde refleja tanto su interés por los males de la sociedad contemporánea ("Hoy día muchas familias tienden al alejamiento, y creo que esto se debe a que la comunidad, es decir, la sociedad en general, no tiene cohesión alguna") como las posibles fuentes de esperanza. Sus películas incluyen notas de humor en el tratamiento de temas duros, pero sin llegar al cinismo ("He tomado una temática muy seria pero hay veces que nos reímos cuando la cosa es más grave (...) Traté de contar cómo las personas se ríen cuando están más tristes o lloran cuando están más alegres").
Air doll es una reflexión sobre la soledad en sus múltiples formas -en los jóvenes, el padre sin esposa y la niña sin madre, el adulto abandonado y con un trabajo decepcionante, la mujer que teme ser relegada al acercarse a la madurez, el anciano sin nadie que le cuide...- y sobre la necesidad de cambiar internamente y buscar el encuentro con otros para salir de las situaciones que no deseamos seguir viviendo.



En cuanto a los aspectos formales, ambas obras parecen compartir inconsistencias de estructura. Soy un gato refleja los males de muchas novelas que fueron publicadas inicialmente por entregas -en este caso, en la revista literaria Hototogitsu-, con un ritmo lento que se percibe al tener la obra completa. Además, el primer capítulo da la impresión de haberse concebido como un cuento autoconclusivo, muy distinto a los que le siguen. 
Air doll, por su parte, es la segunda película de Kore-eda Hirokazu con guión no original del director, al basarse en el manga La figura neumática de una chica (Yoshiie Gorda, inédito en castellano). Quizá esa sea la causa del brusco y extraño giro dramático final en el encuentro entre Nozomi y Junichi, el desencadente de un desenlace que durante toda la película se va preparando hasta parecernos inevitable, y de la sensación ambigua que permanece una vez vista.
En cualquier caso, eso será objeto de debate en la tertulia...

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