sábado, 4 de mayo de 2019

¡Miau!

Takashi Hiraide. El gato que venía del cielo (Neko no Kyaku, 2001)
Hiroyuki Morita. Haru en el reino de los gatos (Neko no ongaeshi, 2002)
Konami Kanata. El dulce hogar de Chi v. 1 (Chi's Sweet Home, 2004)

Los gatos son un elemento central de la cultura japonesa, y su importancia parece crecer cada día, siendo incluso fuente de noticias. Aunque no todo es positivo: Aoshima y otras "islas de los gatos", no son siempre un paraíso.


Haciendo honor a su importancia, esta vez os presentamos felinos con significaciones muy distintas. Una gata que invita a preguntarse sobre la realidad. Una bebé com-ple-ta-men-te adorable. Un gato que recuerda a los héroes de las aventuras clásicas. Una corte gatuna llena de bufones... No temáis, hemos dejado fuera a Hello Kitty, inquietante epítome del consumismo más irracional, aunque nos hubiese encantado incluir a Doraemon, el gato cósmico.

"El día despuntaba y Chibi continuaba con sus juegos en el jardín, la espalda salpicada de pétalos de flores de ciruelo, en persecución de un tábano, olisqueando un lagarto. Aquel lugar representaba para él la vida y el caos."
Hiraide crea un relato que se apoya en lo pequeño y cotidiano para reflexionar sobre algunos de los grandes temas que nos preocupan. Su atenta mirada -con un correlato físico en la presencia permanente de las ventanas, los reflejos y las perspectivas-  se centra en cómo el paso del tiempo -expresado en la descripción de los cambios en las estaciones y la naturaleza, la referencia a fechas concretas y varios relámpagos simbólicos- se traduce inevitablemente en pérdida y desaparición, ya sea inesperada o progresiva.
¿De qué forma podemos lidiar con la incertidumbre, el desconocimiento de lo que ha pasado, el azar permanente? El autor parece sugerir que solo podemos controlar nuestra voluntad de seguir recordando y esquivar así al olvido. Además, quizá del reconocimiento de nuestra impotencia surge la necesidad de establecer vínculos y generar relaciones duraderas.
Reproducimos parte de una interesante entrevista publicada en BOMB Magazine, donde señala algunos puntos en común con la autoficción europea:
El gato que venía del cielo sigue la tradición de la I-Novel japonesa. Se trata de un tipo de novela muy cercana al ensayo (...)
No hago nada ficticio. La cualidad ficticia de la escritura tiene otro origen. Respeto las fechas en que ocurren las cosas. Registro los hechos. No invento nada. No controlo la historia. No mezclo nada con los hechos que ocurren, salvo abreviar u omitir otros hechos alrededor (...) Mi obra es un punto de encuentro entre el experimento poético del modernismo y la tradición de la I-Novel.
Estoy muy interesado en mis recuerdos (...) Mi esposa y yo conocimos a esta gata y ese suceso cambió la dirección de nuestras vidas. Fue un acto del destino (...)
Nunca pude entender lo que estaba haciendo, ni ver las cosas que miraba (...) Estaba en contacto con la nada, con lo que no existe.

Toda la novela está claramente impregnada por dos ideas estéticas fundamentales en el imaginario cultural oriental: mono no aware y wabi-sabi.
Mono no aware hace referencia a las emociones que la realidad material externa -los objetos, el paisaje, los sonidos de la naturaleza, etc.- puede evocar o generar en quien la percibe.
Wabi y sabi son conceptos relacionados con la simbología de los paisajes naturales y hacen referencia a la mortalidad e inevitables fallos de cualquier objeto o ser. Sin embargo, esta imperfección está relacionada con la idea de belleza; el desconsuelo al que se asocia su contemplación tiene un sentido positivo, como vía hacia la austeridad y la liberación de lo material. También se vinculan a la atención por lo pequeño y el detalle, que se convierten, para una mirada atenta, en elementos significativos de la realidad.

Haru en el reino de los gatos es una producción infantil que bebe de la tradición de Alicia en País de las Maravillas, El mago de Oz e, incluso, el Robin de los bosques de Michael Curtiz.
Llena de humor, rozando el slapstick, es una agradable metáfora sobre el paso de la infancia a la adolescencia, asumir responsabilidades y conquistar la autonomía personal.
Los más veteranos de la tertulia recordaréis que conocimos al Barón y a su quejoso pero fiel camarada en Susurros del corazón. Ambas películas están basadas en mangas de Aoi Hiiragi, creadora de estos personajes.



El dulce hogar de Chi  (Ramen para dos la reseña fantásticamente) nos cuenta cómo van aprendiendo a convivir una gatita bebé (es taaaan mona...) y la familia Yamada.
A pesar de su tono amable y la sencillez de la estructura, formada por pequeñas historias que tienen como centro el descubrimiento maravillado del mundo por parte de su joven protagonista, el manga se publicó de 2004 a 2015 en una revista seinen (para adolescentes y hombres jóvenes). Y no es de extrañar, pues se trata de un claro ejemplo del culto a lo kawaii que caracteriza a la sociedad japonesa del siglo XXI.
Como curiosidad, su creadora, Konami Kanata, ha publicado únicamente series protagonizadas por gatos.


Si aún tenéis ganas de más historias sobre mininos, podéis encontrar en la Biblioteca de Pamplona-Yamaguchi la antología Relatos de gatosque incluye la fábula moderna La oficina gatuna. Encontraréis aquí otras sugerencias de literatura japonesa relacionadas con estos felinos.

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