domingo, 15 de diciembre de 2019

LGTBI+

Yukio Mishima. Confesiones de una máscara (Kamen no Kokuhaku, 1949)
Takashi Miike. Big Bang Love, Juvenile A (46-okunen no Koi, 2006)
Kabi Nagata. Mi experiencia lesbiana con la soledad (Sabishisugite Lesbian Fuzoku Ni ikimashita Report, 2016)
Mejor Manga en los Premios Harvey 2018. Incluido como mejor manga en la lista de Publishers Weekly de mejores libros de  2017. 

Os proponemos tres obras con muchos puntos de contacto. En primer lugar, la fama y la polémica acompañan a sus autores: la primera novela de Mishima fue también su primer éxito; Miike es uno de los directores japoneses más prolíficos y controvertidos de la actualidad; Nagata ha conseguido relevancia con una serie de mangas que ahondan en su historia personal.
Comparten como elemento común la presencia de la homosexualidad (en este vídeo encontraréis información sobre el tratamiento actual del colectivo LGTBI+ en Japón). El descubrimiento de la orientación sexual de sus personajes está incluido en el retrato de la evolución, propia de la juventud, de su mirada hacia el mundo y de la interpretación de uno mismo.
Finalmente, en las tres la personalidad de los protagonistas se presenta mediante yoes complementarios, explícitamente citados en el caso de Confesiones de una máscara (sus voces interiores) y Mi experiencia... ("la yo que quiere agradar a sus padres" y "mi verdadera yo") y divididos entre Jun y Shiro en Big Bang Love...


Al acercarse a Confesiones de una máscara es aconsejable mirar más allá del contenido autobiográfico del relato y de las similitudes con la infancia y juventud de Yukio Mishima.
Destaca, por ejemplo, el contexto social de la obra, donde aparece descrito con claridad cómo vivió la población japonesa la II Guerra Mundial. Sorprende, además, la influencia de motivos de la cultura occidental como vía para descubrir y expresar el deseo en un autor que, veinte años después, lideraba un nacionalismo enloquecido.
Pero, a riesgo de perjudicar mi única amistad, voy a contar unos hechos porque la crueldad que siento en mi interior me obliga a no omitir nada.
La novela es un autorretrato descarnado, nada caritativo consigo mismo (pero sí, de una forma extraña, complaciente). La capacidad de introspección y la inteligencia que demuestra el texto contrastan con la torpeza a la hora de interpretar y gestionar sus emociones y la incapacidad para escapar a la norma y la presión social, citada de forma constante como "la normalidad" buscada.
Seguramente, habrá quien considere su discurso egotista brillante, y quien crea que a veces resulta tan pretencioso como vacío:
El 'teatro' al que me he referido antes ya había llegado a formar parte de mi ser. Había dejado de ser un simple teatro. Mi conciencia de fingir ser normal había erosionado mi verdadera personalidad, la normal, y me había obligado a convencerme de que tal normalidad no pasaba de ser fingida. Dicho en otros términos, me estaba convirtiendo en alguien incapaz de creer más que en falsedades. De ser así, mi anhelo de creer sinceramente que mi atracción por Sonoko era falsa tal vez fuera la prueba enmascarada de mi deseo de considerarla un amor verdadero. Era probable que estuviera a punto de convertirme en una persona incapaz incluso de negarse a sí misma.
El sufrimiento que genera al narrador la lucha permanente por ocultar tras una apariencia de normalidad sus obsesiones, miedos y deseos, incluyendo la identificación entre placer y dolor, resulta atractiva, desde luego. Sobre todo, es brillante cuando elige acercarnos a su mundo interior no diciendo, sino mostrando:
Sus mejillas estaban encendidas como una brasa, pero sus labios, infantiles y bellos, no me despertaban deseo. Yo tenía, sin embargo, la esperanza de que en cualquier momento iba a suceder algo, la esperanza de que cuando la besara aparecería mi normalidad, mi amor, sin falsedades. La máquina avanzaba con ímpetu. Nadie podía detenerla.Cubrí sus labios con los míos. Pasó un segundo. No sentí la más leve sensación de placer. Pasaron dos segundos. Yo seguía igual. Pasaron tres segundos. Y comprendí todo.Me aparté de ella y la contemplé unos instantes con una mirada triste. [...] Pero ella, abrumada por el pudor y la satisfacción más pura, permanecía de pie con la vista baja como una muñeca.En silencio, la tomé del brazo como si fuera una enferma y echamos a andar hacia las bicicletas.
Aunque algo me lleva a pensar que la frase del libro que mejor lo resume es esta:
El lío mental que tenía en la cabeza era tan grande que las pasajeras sentadas frente a mí en el tren empezaron a observarme con suspicacia.
Tenía que definir cosas que no había podido dejar claras hasta entonces. Tenía que ir a un lugar al que nunca pensé que me estuviera permitido ir.
Bajo los códigos del género yuri (historias centradas en la evolución de las relaciones entre dos personajes femeninos y que puede incluir la descripción de encuentros sexuales), Kabi Nagata presenta en Mi experiencia lesbiana con la soledad su primer manga-ensayo autobiográfico. Esta obra ha tenido su continuación en Diario de intercambio y, muy pronto, con un nuevo volumen.
La sinceridad sin concesiones de sus páginas le permite mostrar con claridad la interrelación entre muchos aspectos de su (y de nuestra) vida, más allá de los trastornos que padece la protagonista, y que se muestran como síntomas de un sufrimiento más profundo.
Sentí que no iba a poder cambiar tan rápido el efecto de 28 años autoconvenciéndome de que pensar en sexo estaba mal.
Aquí nos habla, de una forma que merece nuestra atención y nos invita a reflexionar, sobre el papel de las relaciones familiares -apoyo y limitación al mismo tiempo-, los efectos negativos de la falta de educación afectivo-sexual, las dificultades para establecer relaciones positivas en una estructura social cada vez más individualista, la necesidad de sentirse parte de una comunidad, de ser reconocida y aceptada para atreverse a hacer cambios, el sentido de la expresión artística y el proceso de creación.
Yo pensaba que cualquiera con genitales podía hacerlo. Pero no era así. El sexo es comunicación.
En el aspecto gráfico, Nagata demuestra que la estética kawaii puede transmitir una variedad de ideas y emociones que van mucho más allá de lo "bonito" y "tierno". En una estructura fija de cuatro viñetas por página hay espacios para el humor, la melancolía, el dolor, el miedo, la desesperación, la alegría, el deseo y la ternura; un carrusel continuo de experiencias y emociones.

En una escena así, el que la ve intenta buscar algo con su pensamiento arbitrario, y esa es la intención. No puede evitar buscar.
Estas palabras de Takashi Miike sobre Big Bang Love, Juvenile A presentan una de las actitudes básicas con las que conviene acercarse a la película. Y es que su particular naturaleza puede hacer que la sensación de confusión tape cualquier otro análisis de la obra.
Algunas personas puede considerar excesivo su aparente simbolismo, presente desde la caracterización inicial de los protagonistas, con la distinta presencia del rojo en su ropa blanca -controlada en el caso del joven criado en la violencia, caótica en el asesino ocasional- o la irrealidad de los escenarios -virtuales para el exterior, físicos a lo Lars VonTrier o terroríficos como una película de género en el interior de la prisión-.
Para otras, será un obstáculo la falta de linealidad de la narración, o la inclusión de elementos que después no se desarrollan, como la yurei esposa del director de la prisión, o poco originales, como la mariposa.
Quizá estamos ante una película que, sobre todo, desea empujarnos a sentir e imaginar, sin marcarnos un camino definido. Quizá sean poco importantes las interpretaciones sobre qué significan la pirámide (el cielo / la religión) y el cohete (el espacio / la ciencia). Quizá sea demasiado suponer que está haciendo una metáfora sobre nuestra sociedad contemporánea. Seguramente a Miike le importe bastante poco lo que creamos. Entonces, ¿nos encontramos ante una burla, una obra fallida o una forma nueva de plantear la experiencia cinematográfica, rompiendo con lo establecido?
En todo caso, la presentación del deseo homosexual bascula entre su consideración como elemento protector y de encuentro personal y el tono de sus habituales películas de terror y violencia, a juego con una escenografía opresiva.
La filmografía japonesa ha producido otras obras que exploran de formas muy distintas, quizá más productivas, este tema (como Tabú o Feliz Navidad, Mr, Lawrence, ya comentadas en la tertulia).

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