viernes, 7 de junio de 2024

Tokio

Yu Miri, Tokio, estación de Ueno (JR Ueno Eki Kōen Guchi, 2014)
Katsuhiro Otomo, Akira (1998)
Sofia Coppola, Lost in translation (2003)
Óscar al mejor guion original.

De nuevo dedicamos una tertulia a Tokio, la segunda ciudad más poblada del mundo y capital de Japón. La vez anterior nos centramos en su gastronomía y formas de ocio, mientras que las obras de las que hablaremos ahora nos permiten abordar otras dimensiones de lo urbano:
  • Cómo los espacios construyen y, al mismo tiempo, reflejan las condiciones de vida de sus habitantes.
  • Los mecanismos de exclusión residencial. Los efectos perversos de una planificación que no tiene en cuenta a las personas y persigue exclusivamente un crecimiento ecónomico acelerado, sin tener en cuenta sus consecuencias negativas.
  • La diferente mirada y experiencia que tiene cada persona acerca del mismo entorno.
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Lost In Translation se inspira en el tiempo que pasé en Japón con veintitantos años. […] Estar en hoteles, donde te encuentras constantemente con las mismas personas. Se genera una especie de camaradería, aunque no las conozcas o incluso no hables con ellas. Y, siendo extranjeros en Japón, las cosas se distorsionan, se exageran. Estás despierta por el jet-lag, contemplando tu vida en medio de la noche.

Quería incluir en una película algunas de mis impresiones durante el tiempo que pasé allí: regresar a casa sola por la noche con las luces de neón, o escuchando música. El primer personaje en el que pensé fue en el interpretado por Bill Murray. Lo construí en parte tomando como base recuerdos personales: la primera vez que llegué a Japón, mi estancia en el hotel Park Hyatt, que es un lugar de tranquilidad en medio de esta ciudad tan caótica.
Las mirada de Coppola y de su director de fotografía intentan transmitir cómo pueden evolucionar las sensaciones que genera el contacto con una cultura donde se manejan códigos de conducta y lenguaje diferentes; en este caso, además, llena de contrastes entre bullicio y calma, claridad y sombras, soledad y encuentro.
Lo logran gracias al rodaje en 35 mm. en lugar de en digital, la intensidad fría de los colores -azules, grises, negros-, el poco uso de la iluminación artificial -inexistente en las escenas nocturnas, que se apoyan solo en los neones y los reflejos-, la escasa planificación previa de la mayor parte de las escenas -adquieren una naturaleza documental cuando incluyen a población autóctona-, la combinación de cámara en mano y planos fijos según quién aparezca en la escena.
Asistimos a cómo un no-lugar se va transformando, a través del contacto cotidiano, en un espacio real. La mirada de los protagonistas se modifica -ambos, en momentos diferentes, miran la ciudad a través de una ventanilla, pero percibimos que su estado anímico es también distinto-. Y, al mismo tiempo, los espacios reflejan las emociones de Bob y Charlotte, que en varias ocasiones, como en el ejemplo anterior, se muestran en paralelo.
Algunos lugares visitados: Cruce de ShibuyaNew York Bar (Park Hyatt Tokyo). KabukichoGolden Gai. Templo Jougan-ji. Locales de ocio (restaurante Shabu ZenKaraokeKan).

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Katsuhiro Otomo, creador de Akira, se trasladó en su juventud desde la prefectura de Miyagi (en el noreste de Japón) a Tokio para comenzar su carrera como dibujante de manga. Vivirá en un barrio de las afueras, lejos de la riqueza que muestra Lost in translation y habitado por las personas que llenan las páginas de Tokio, estación de Ueno: inmigrantes, desempleadas y trabajadoras con bajos ingresos, víctimas de la exclusión social.
Más allá de los avatares que sufrió la producción del anime, las diferencias con la versión en papel de la historia y la posible confusión que genera un primer visionado, nos quedamos con su reflexión acerca de los posibles efectos de la planificación urbanística, que sacrifica a algunos habitantes y genera impotencia y violencia. Neo-Tokio nace como una utopía postapocalíptica, pero acaba siendo una distopía, una isla de edificios inmensos, donde las calles son territorio exclusivo de los vehículos a motor y las azoteas los únicos espacios para las personas.
Quizá el principal valor de esta obra de fantasía sea cómo aparecen reflejados problemas actuales: contaminación, desencanto juvenil ante la falta de expectativas y de apoyo, degradación de algunas zonas en contraste con la riqueza de otras, manifestaciones violentas de descontento utilizadas por quienes quieren ejercer un poder totalitario (en ese sentido, es fácil identificar a Tetsuo con algunos movimientos políticos en ascenso).


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Coppola y Otomo miran la gran urbe con asombro o espíritu crítico, pero ambos desde fuera (ella, una extranjera tan fascinada como desorientada; él, un inmigrante nacional que especula sobre un posible futuro con raíces en el presente).
Yu Miri escribe Tokio, estación de Ueno en una posición más cercana al segundo: la de quien ha sufrido el rechazo por su origen (ya analizamos la situación de los zainichi en Go) y quizá por ello muestra sensibilidad hacia los que nos gustaría convertir en invisibles, porque encarnan la imperfección de nuestro sistema, que permite sumar vulnerabilidades -falta de vivienda y trabajo, soledad, discriminación activa, experiencia constante de pérdida, desesperanza, cansancio-. Se trata de una realidad a la que ya nos acercamos en Tokyo Godfathers y que forma parte de la trama de La devoción del sospechoso X
¿La lectura nos ha permitido cuestionar nuestra responsabilidad social y evaluar la empatía que mostramos hacia las personas en dificultad? ¿Es la peculiar voz narrativa de Kazu un recurso útil para reforzar la crítica social de la novela? ¿Sirve para ello también el contraste entre su capacidad de observar en detalle a las personas en tránsito y prestar atención a sus conversaciones más banales y nuestra actitud hacia personas como él? ¿Qué otras realidades contrapone la autora?

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