jueves, 9 de febrero de 2023

Japón convulso

Haruki Murakami, Undergroud (Andaguraundo, Yakusoku sareta basho do, 1997-1998)
Doris Dörrie, Recuerdos desde Fukushima (Grübe aus Fukushima, 2016)
Naoki Urasawa, 20th Century Boys (Nijusseiki Shonen, 1999-2006)

Este mes recordamos los ataques con gas sarín en el metro de Tokio (1995), el terremoto y sus trágicas consecuencias en la región de Tohoku (2011) y el manga creada en torno a la ficticia secta Amigo -inspirada, en parte, en los mismos hechos a los que se acerca Murakami-.
Se trata de sucesos que aún están presentes en la cultura japonesa y reflejan los temores y dinámicas internas del país. Sabemos que el sufrimiento generado por cualquier catástrofe masiva nos hace tomar repentinamente conciencia de nuestra fragilidad e interdependencia y explicita los mecanismos que organizan la vida comunitaria. ¿Son, tanto sus orígenes como las respuestas que se han dado, propias de esta región o comparten rasgos con otras sociedades?

Me preguntaba cosas como, por ejemplo: si alguien se hubiera derrumbado justo frente a mí, ¿le habría ayudado? Quería responderme que sí, pero ¿y si hubiera caído cincuenta metros más allá? ¿Me habría desviado de mi camino para ir a ayudarle? En ese caso probablemente habría continuado mi camino más. De haberme parado habría llegado tarde al trabajo...
Mis conflictos internos se acabaron gracias a Aum (...) teníamos mucho en común. No necesité cambios para llevarme bien con los demás.
Ya no dudábamos, porque todas nuestras preguntas tenían una respuesta. Todo estaba resuelto.
Haruki Murakami (1Q84, Hombres sin mujeres), poseedor de una voz literaria muy reconocible, demuestra en el ensayo periodístico Underground la sensibilidad necesaria para ceder la palabra a los verdaderos protagonistas del relato: las víctimas. Al abordar los hechos y sus consecuencias desde la perspectiva de los entrevistados, va más allá de una investigación cronológica y evita el sensacionalismo con el que los medios de comunicación abordaron los atentados. Así, cada uno de los relatos en primera persona subraya la importancia de las individualidades y, desde la comprensión y sin juicio, sus diferentes respuestas vitales y estrategias de afrontamiento del trauma.
Al mismo tiempo, nos plantea un retrato de la sociedad japonesa de finales del siglo XX, donde destaca centralidad del trabajo -vía preferida del autor para reflejar el carácter de sus interlocutores- como elemento estructurador de la identidad, junto a la orientación hacia el deber. Además, muestra respuestas particulares que oscilan entre la generosidad y la insolidaridad, la aceptación o la sospecha, y la ineficacia de algunos sistemas públicos (policía, sanidad, escasez de recursos de salud mental). También remarca, y es importante señalarlo, cómo la existencia de sectas y el atractivo que genera en algunas personas es, en buena medida, fruto de la propia dinámica social.
Por último, a pesar de la lejanía de su contexto histórico, ya hemos visto la referencia al estigma sobre las víctimas de un acto violento, al que también hace referencia Murakami, en Pies descalzos y Lluvia negra.

-Hace poco que he vuelto a sonreír. Había olvidado cómo era. Estaba completamente entumecido. Me preguntaba por qué. Y entonces lo vi claro. Cuando alguien recita sutras en un lugar con muchos cadáveres no puede sonreír (...)
-Yo tampoco he llorado desde entonces. Así son las cosas.
Parece haber coincidencia en relacionar Recuerdos desde Fukushima con la película que comentamos en la tertulia anterior, Hiroshima, mon amour. En efecto, hay varios elementos comunes: creadoras vinculadas previamente a Asia, el relato del encuentro temporal entre dos protagonistas de orígenes diferentes pero capaces de conectar emocionalmente, un marco geográfico y temporal marcado por la tragedia, la inserción de imágenes documentales reales.
En la tertulia podremos hablar sobre qué aportan a la narración los métodos de rodaje de Doris Dörrie y el papel de ese blanco y negro de contrastes muy marcados e imágenes tan definidas. Quizá reflejen el mensaje central de la película: la posibilidad de aliviar la culpa y el dolor a través del progresivo encuentro entre seres con claves biográficas y culturales muy diferentes. Una historia contada muchas veces, pero que conviene seguir recordando.

Naoki Urasawa (Pluto) muestra en 20th Century Boys cómo las ficciones canalizan las preocupaciones y miedos más profundos de la sociedad en la que surgen. Se trata de una historia de largo recorrido, que entreteje con eficacia distintas líneas temporales y combina las referencias históricas y a la cultura popular de las que ha bebido el autor desde su infancia: el rock, la narrativa de Stephen King, el género distópico.
El relato gana en profundidad, interés y consistencia conforme avanza, con un desarrollo lento pero que siempre conserva la intensidad, así que os recomendamos continuar con los siguientes volúmenes que recopilan esta serie. Encontraréis, además de una historia llena de intriga, una interesante propuesta para reflexionar sobre los mecanismos de manipulación de masas, el fanatismo religioso o el arte como herramienta para acercarse a la libertad.

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