martes, 8 de diciembre de 2020

La mirada 'gaikokujin'

Lian Hearn, Leyendas de los Otori. El suelo del ruiseñor (Tales of the Otori. Across the Nightingale Floor, 2002)
Chris Marker, Sans soleil (Bel solntsa / Sunless / San soleil, 1983)
Igort, Cuadernos japoneses. Un viaje por el imperio de los signos (Quaderni Giapponesi, 2015)

 

Gaikokujin (外国人): persona de un país extranjero.

El documental Sans soleil reflexiona sobre la veracidad de los recuerdos y las imágenes, la fiabilidad de la percepción y la memoria:
Me acuerdo de las imágenes que filmé el mes de enero en Tokio. Ellas han sustituido ahora a mi memoria, ellas son mi memoria.
Te escribo todo esto desde otro mundo, un mundo de apariencias. En una cierta manera, los dos mundos se comunican. La Memoria es para uno lo que la Historia es para el otro: una imposibilidad (...) Las memorias deben contentarse con su delirio, con su deriva. 
Por eso, es especialmente adecuado para una tertulia que se acerca nuevamente a Japón desde el punto de vista de varios creadores extranjeros -una novelista inglesa, un realizador francés y un dibujante italiano-. Siempre tenemos la duda de si somos capaces de captar de una manera más o menos acertada la(s) realidad(es) de un país tan alejando geográficamente y, al menos en algunos aspectos, cultural y socialmente.


En cualquier caso, tanto Marker como Igort nos proponen un amplio recorrido por la historia y contemporaneidad nipona en obras cercanas al ensayo y que, con su estructura de diario, apuestan por la subjetividad (el protagonista es la mirada o la experiencia del propio creador, el texto importa tanto como la imagen). Sus motivaciones y posición, sin embargo, difieren.

Marker parece mantener cierta distancia emocional respecto a Japón -para él es un apoyo de su argumentación- y en su declaración inicial de intenciones señala que desea centrarse en lo cotidiano y banal... aunque, más adelante, su elección de temas y referencias (Sei Shonagon, Basho) desmiente en parte esa apuesta. Sin embargo, los cuadernos de Igort nacen de su fascinación personal por un país en el que acumula dos décadas de estancias temporales.

Pensaba en el culto al sosiego, cultivado con abnegación durante siglos. El culto a la guerra había florecido a la par.

A pesar de estas diferencias, ambos coinciden en algunos de los temas que exploran. Destacan el contraste entre el valor central de la producción y el consumo y las tradiciones filosóficas y religiosas; la importancia de la II Guerra Mundial en la configuración del modo de vida contemporáneo; los burakumin como reflejo extremo de la estratificación y desigualdad social; la belleza y significación espiritual de la naturaleza.  Los dos nos hablan también, con asombro y curiosidad, del manga, el sumo o el tratamiento público del sexo.


Igort realiza un lúcido análisis de lo kawaii como herramienta para enmascarar la realidad y vía de adoctrinamiento político. Además, cita y comenta cómo influyen en él buena parte de los autores y obras que hemos conocido en la tertulia: Yukio Mishima, Junichiro Tanizaki y El elogio de la sombra, Jiro Taniguchi, El imperio de los sentidos, La pandilla de Asakuka de Yasunari Kawabata, Osamu Tezuka y Astroboy, Hayao Miyazaki, Yoshiharu Tsuge y El hombre sin talento, Matsuo Basho, La tumba de las luciérnagas... Una mención especial merece su uso de las transiciones entre viñetas para prestar atención a los detalles y generar una atmósfera de recogimiento y tranquilidad, así como la magistral combinación de formatos y estilos que reflejan fielmente la variedad artística de Japón. Su continuación, Cuadernos japoneses. El vagabundo del manga, incide en los mismos intereses y técnicas, y recientemente se ha publicado en Italia el tercer volumen.
El acercamiento de Marker es, al mismo tiempo, político y filosófico. Nos habla del papel de jóvenes y mujeres al inicio de la década de los 80, la presencia de la ultraderecha nacionalista y las protestas de estudiantes, las diferencias de clase reflejadas en los medios de transporte, los productos culturales para el consumo de masas (cine de terror, programas de entretenimiento en televisión, publicidad), el avance de la robótica. Pero también, a partir de la trasgresión de la linealidad, de los saltos espaciales y la modificación / reinterpretación de las imágenes, hay una reflexión sobre la naturaleza del tiempo y la ¿im?posibilidad de alcanzar lo real objetivo.

El suelo del ruiseñor
es la primera historia de la serie Leyendas de los Otori, una saga de fantasía y aventuras para público juvenil y adulto. Al igual que otras novelas del género, utiliza elementos que recuerdan a la Edad Media -aunque se sitúan en una época no definida- como escenario para un entretenido relato de amor, venganza y maduración personal. En esta ocasión, la originalidad radica en haber elegido el Japón feudal como cuidada referencia (estructura social, tradiciones, el propio suelo del ruiseñor o el interés por vincular el entorno natural y el paso de las estaciones con el estado emocional de los personajes).
La autora, cuyo seudónimo homenajea a Lafcadio Hearn, ha explicado en su web oficial y en varias entrevistas (Segredo dos Livros, The Enemy) los motivos que la han llevado a escribir, su método, algunas decisiones narrativas y las limitaciones del punto de vista occidental:
Dudé mucho sobre situar mi historia en Japón, me preguntaba: ¿tengo derecho a hacerlo, tengo suficientes conocimientos o solo presentaré una visión distorsionada? Entonces, decidí que lo primero que debía hacer era aprender japonés. Luego estudiaría su historia y cultura y pasaría el mayor tiempo posible en el país. Siempre me ha interesado, así que tenía cierta base como punto de partida.

Siempre me ha interesado Japón. Desde que era niña he tenido esta gran pasión y, para ser honesta, no estoy seguro de dónde vino o cómo podría haber empezado. Después de todo, nací en medio de la Segunda Guerra Mundial y, en ese momento, Japón era un enemigo en ese momento. ¡Pero la verdad es que me fascinaba ese "enemigo"! Y, a medida que crecía, este interés y fascinación continuaba. Luego, cuando me mudé a Australia, pude empezar a visitar Japón. Me encantaba el arte y la estética, encontraba la historia muy interesante, la naturaleza era de una belleza que nos dejaba sin aliento... Pero aún más fantástico era ver la fuerte conexión que la gente tenía con la naturaleza. Hay un gran sentimiento de misericordia hacia la madre naturaleza, un extraordinario vínculo de sumisión a sus fuerzas, ya fuesen buenas o malas.

En mi opinión, uno debería tener una idea de cómo son los habitantes del país del que va a escribir, de lo que les mueve, y la mejor manera de hacerlo es estudiando su idioma. Todas las culturas escriben su historia en su propio idioma y de acuerdo con su visión de los acontecimientos. Para mí es crucial poder leer la historia de una cultura escrita por ella misma y no por otros que no la integran. Es obvio que un occidental no escribirá la historia de Oriente de la misma manera que un oriental.

Sabía lo suficiente para ser consciente de que el Japón feudal era una sociedad extremadamente compleja, que sería muy difícil de presentar en una novela verdaderamente histórica -y posiblemente tan lejana que sería inaccesible para un lector occidental-. Al elegir el formato de la fantasía histórica, obtuve la libertad de introducir elementos que no son estrictamente históricos (la herencia de las tierras de Maruyama a través del linaje femenino, por ejemplo). Sin embargo, mientras escribía sobre una cultura muy fuerte y dinámica, y muy importante para mí, traté de mantener algo de verdad en cada invención. De hecho, en la cultura Heian de los siglos X y XI hubo una influencia femenina mucho mayor que en la época guerrera que la reemplazó, y las mujeres tenían menos libertad al final del período medieval que al principio. Mi historia se basa en el período Sengoku (Feudos de los Guerreros), alrededor de finales del siglo XV, pero no fue construida para corresponder a esa época. Sería un error tratar de encontrar cualquier acontecimiento histórico en mi trama, o tratar de hacer analogías con eventos reales. Por ejemplo, Yaegahara no representa la batalla de Skigahara: el sufijo -hara significa llano y por lo tanto está ligado a varios campos de batalla.

 Los temas de la novela [el amor, la traición, el honor familiar y el del guerrero, la muerte y la venganza] son recurrentes en el teatro kabuki y en los monogatari japoneses.

Algunas ideas para la Tribu vinieron de los ninjas y el ninjutsu, pero traté de alejarme de los estereotipos. Quise hacer de ella una organización muy pragmática, que controlara los puntos esenciales de la producción y, por lo tanto, de la economía: el vino, los productos de soja, los préstamos y las actividades delictivas. Parece ser que así es como grupos como la mafia o la yakuza operan en todo el mundo. Estas organizaciones, por supuesto, son muy feudales en su estructura y lealtad.
Las palabras "samurái" y "ninja" se han convertido en un estereotipo de las imágenes occidentales sobre Japón. Quise evitar su uso.

Los Ocultos provienen de dos fuentes de la historia japonesa. Una es la de los "cristianos ocultos" de los siglos XVII y XVIII, que fueron severamente perseguidos pero que surgieron en el Japón Meiji (solo para ser encarcelados de nuevo) con vestigios de su fe intactos. Mi historia está ambientada justo antes de que los primeros occidentales llegaran a los Tres Países, y mis Ocultos son los restos de un tipo de cristianismo nestoriano que podría haber llegado de China cientos de años antes. Los Ocultos no son parias como tales, pero muchos parias son Ocultos por el atractivo de una creencia que sostiene que todas las personas son iguales a los ojos de su Creador.

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