martes, 23 de septiembre de 2025

Investigaciones

Hideo Yokoyama, Seis Cuatro (64 Rokuyon, 2013)
Akira Kurosawa, Los canallas duermen en paz (Warui Yatsu hodo yoku nemuru, 1960)

En otras ocasiones hemos leído obras que nos acercaban a las prácticas, relaciones y conflictos del entorno laboral japonés en distintos sectores (una oficina: Estupor y temblores, la limpieza de un hotel: La mujer de la falda violeta, un instituto: Botchan...). Seis Cuatro explora en profundidad las dinámicas de una gran estructura de la administración pública, la policía.
Hideo Yokoyama, como el norteamericano David Simon (The Wire), ha volcado su experiencia de reportero para un periódico local en obras de ficción criminal que funcionan como reflejo de las instituciones y los medios de comunicación. De hecho, Seis Cuatro es parte de una serie ambientada en el misma región imaginaria y con personajes recurrentes; fuera de Japón se han publicado dos recopilaciones de relatos (Prefectura D y 2) en las que, por ejemplo, aparecen Futawatari, Osakabe y Nanao.
Yokohama aprovecha elementos y recursos propios de la novela policiaca -el inspector con problemas familiares, la reactivación de un viejo caso, las pistas repartidas a lo largo del texto, la invitación implícita a que los lectores encajemos las piezas del misterio antes del giro final-, pero al mismo tiempo subvierte buena parte de los mecanismos de los procedimentales clásicos para tejer una novela coral en la que lo más importante no es tanto el crimen como su contexto.
[Me preocupa] El conflicto entre la organización y el individuo.
Reflexiono mucho sobre la maldad subordinada en una gran organización. Existe un sistema de poder anquilosado que multiplica los miedos y el deseo de quedar bien hasta el punto de llegar a generar maldad donde nunca hubiera existido.
Los japoneses valoran la colaboración. En Occidente está más desarrollado el individualismo, y quizá les resulte extraño un personaje como Mikami, que sufre dentro de una organización. Pero creo que nadie en el mundo puede vivir al margen de las costumbres y quisiera poder preguntar a mis lectores del extranjero si realmente ese aspecto de mis novelas es universal.
Entrevista en El Mundo, 9 de enero de 2021
Jugando con desapariciones y secuestros que parecen reflejarse entre sí, Seis Cuatro muestra, desde un punto de vista interna, la realidad de una burocracia compleja: rivalidades entre niveles de la administración por el control en la toma de decisiones, influencias políticas, la información reservada como arma, enfrentamientos por el poder y los ascensos, el reducido papel de las mujeres, etc. Situaciones que podemos vivir en nuestros contextos más cercanos, pero con matices que parecen propios de la cultura empresarial japonesa, en especial en cómo se manifiesta el respeto a los superiores:
Mikami no había entrado en el despacho del director desde la primavera (...) Se inclinó por la cintura deteniéndose a pocos centímetros de la moqueta.
Además de la voluntad de retratar una forma de funcionamiento, el autor parece proponer una reforma que apueste por dar protagonismo al individuo frente a la rigidez y despersonalización de las estructuras:
-Las organizaciones se componen de personas. A mí no me parece ningún problema que una organización refleje la voluntad de los individuos que la forman.
Repite el mismo enfoque cuando se posiciona en el conflicto entre privacidad y transparencia, otro de los ejes del relato. Para evitar el secretismo, favorecer la rendición de cuentas efectiva y proteger al mismo tiempo a las víctimas, las reinvidica como verdaderas protagonistas de las noticias. En un momento de la novela, Mikami, que cumple más el papel de faro ético que de investigador, recuerda a los periodistas el sufrimiento de estas y apela a su compromiso moral con la profesión, olvidado mientras se pelean por una exclusiva.
Frente a las críticas sobre la posible lentitud en el avance de la trama, se puede señalar que la novela, para ser disfrutada, necesita ser leída casi como un ensayo detallado sobre la sociología de las organizaciones. Y debemos reconocer que Yokohama demuestra su talento y originalidad cuando convierte el motor de cualquier novela policiaca -acceder a nueva información que, procesada por la capacidad de razonamiento del detective, desvele el misterio- en uno de los protagonistas clave del discurso: el silencio, las frases pensadas pero no dichas, la gestión de la incertidumbre y los datos reservados son los hilos que tejen la trama y generan los conflictos principales.

* * *

Había mucha corrupción [a nivel ejecutivo en la industria japonesa] por entonces (...) Las investigaciones siempre se abandonaban cuando un ayudante de director se suicidaba. Eso no tenía sentido. ¿Qué ocurriría si alguien investigaba la corrupción hasta el final?  «¡Hagamos una historia sobre eso!», pensé. Así fue como empezamos. Fue difícil escribir el guión... Habría sido más fácil si hubiéramos tenido un modelo para nuestra historia. Pero si nos hubiéramos basado en una historia verdadera, el estudio no nos habría permitido hacerla.
Entrevista a Akira Kurosawa recogida en Akira Kurosawa: El Emperador y el Lobo (Stuart Galbraith IV, 2021)
Entre las setenta y cinco películas dirigidas por Akira Kurosawa, cuatro se pueden adscribir al género negro: El ángel ebrio (1948), El perro rabioso (1949), El infierno del odio (1963) y la que hemos elegido en esta ocasión. Como otras doce (de las que hemos visto Rashomon y La puerta del infierno), todas ellas están protagonizadas por Toshiro Mifune; para la cineasta francesa Claire Denis, responsable de un remake de la película nipona, «Mifune en la serie negra de películas de Kurosawa es héroe y víctima al mismo tiempo.».
Además, dentro de la filmografía del director japonés, si Ran se inspira en el drama shakesperiano El rey Lear y Trono de sangre en Macbeth, en Los canallas duermen en paz late la influencia de Hamlet: la venganza de Nishi por la muerte del padre (con los dilemas éticos que le genera) recuerda a la del príncipe de Dinamarca; su relación con Yoshiko la de aquel con Ofelia; el corrupto Iwabuchi puede ser un Claudio moderno; Tatsuo tiene puntos en común con Laertes; Itakura ocupa el papel de Horacio; hay conversaciones espiadas, conspiraciones, traiciones palaciegas / empresariales e incluso «fantasmas» (Wada y el viejo Hamlet), etc. Incluso parece que Kurosawa enfatiza tanto los elementos de tragedia clásica -incluyendo monólogos que sustituyen lo que sucede fuera de las escenas- como los recursos del cine negro. 
No es un hombre. Es un directivo.
Al igual que en Seis Cuatro, Los canallas duermen en paz se acerca al entramado empresarial japonés, muestra el papel de la prensa y las posibles disfunciones de la administración pública. También resulta interesante la pérdida de identidad de los personajes que intentan ejecutar la venganza: Itakura, Nishi y Wada.
Todo se nos presenta con el habitual cuidado de Kurosawa en lo formal; en esta ocasión, destaca el uso expresivo de la profundidad de campo, la insistencia en mostrarnos dos situaciones en el mismo plano y el significado de las simetrías y las composiciones geométricas de algunas escenas.

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