sábado, 6 de febrero de 2021

Cartas

Yasunari Kawabata y Yukio Mishima, Correspondencia (1945-1970)
Hiroyuki Okiura, Una carta para Momo (Momo e no Tegami, 2011)
Clint Eastwood,  Cartas desde Iwo Jima (Letters from Iwo Jima, 2006)

Cada una de estas obras, en las que las cartas son, de una u otra forma, protagonistas, nos acercan a temas habituales en la tertulia. La literatura japonesa del siglo XX está representada en esta ocasión por dos de sus figuras más importantes; el anime refleja parte de la mitología nipona y las formas de vida propias del entorno rural; por último, la película nos acerca de nuevo a la II Guerra Mundial, el evento central de su historia contemporánea.

Buena parte de las obras citadas en el intercambio epistolar han sido objeto de comentario, tanto en el caso de Kawabata (La pandilla de AsakusaPaís de nieveMil grullasEl rumor de la montaña,  Lo bello y lo triste) como en el de Mishima (Confesiones de una máscaraEl rumor del oleajeEl marino que perdió la gracia del mar).
A través de sus páginas, somos testigos de cómo evoluciona la relación entre ambos. Al principio, un joven Mishima, que ya había comenzado a publicar, muestra su veneración hacia el consagrado Kawabata, ante el que confiesa sus dudas y esperanzas o se lamenta de la presión del entorno familiar. Con el tiempo, rebaja la intensidad de su discurso, mientras que su interlocutor empieza a mostrarse más cercano, mostrando sus propias dificultades creativas. La relación inicial entre alumno y maestro evoluciona hacia la complicidad, la admiración mutua y el convencimiento de que van a ser entendidos por el otro al exponer sus convicciones artísticas o, por ejemplo, su interés y curiosidad por la literatura y características culturales del mercado occidental, en el que ambos desean entrar.
A partir del relato de sus encuentros con otros autores y de sus propias opiniones críticas, nos acercamos de nuevo a escritores y obras ya visitadas -El elogio de la sombra, de Junichiro Tanizaki; Ryunosuke Akutagawa; Lafcadio Hearn; Osamu Dazai- y descubrimos que buena parte de la amplitud y diversidad de la producción cultural de la época es desconocida para el lector español. También nos acercamos a los mecanismos editoriales japoneses, la necesidad de combinar encargos de distinto signo y la dependencia de la publicación seriada en revistas -especializadas en sectores concretos de la población- como fuente estable de ingresos (algo que también se daba en Europa desde el siglo XVIII).


Esta Correspondencia otorga una nueva dimensión a ambos autores. Frente a las biografías que solo reflejan los hechos extraordinarios, polémicos o violentos -pero, a fin de cuentas, solo momentos puntuales-, accedemos a su lado más humano. Yasunari Kawabata es algo más que su dependencia de los somníferos, los problemas de salud o, incluso, el Premio Nobel. Yukio Mishima no es solo la máscara pública de Kimitake Hiraoka, un personaje que se excede con las pesas, el alcohol y su progresiva radicalización política. Ambos son artistas que se expresan a través de múltiples vías -novela, cuento, teatro, cine, ensayo-. Ambos son, ante todo, personas con una cotidianeidad vital que comparten desde el respeto con su interlocutor y una mirada sensible ante el entorno natural y humano.


Una carta para Momo muestra la capacidad del anime para reflexionar, con inteligencia y sensibilidad, sobre temas significativos. Encontramos aquí algunas de las formas que puede tomar el duelo -tan distinto en sus manifestaciones en la madre y la hija o en sus estrategias para abordarlo-, así como una descripción de la vida de pequeñas comunidades rurales en el Japón contemporáneo, con su ritmo tranquilo o la agricultura en terrazas. En este sentido, el festival del final de verano en el que se lanzan al mar pequeños barcos con farolillos encendidos que guían a los espíritus de los muertos hacia otra existencia ejemplifica cómo las tradiciones responden a necesidades psicológicas individuales; en la historia supone el momento que permite a las dos mujeres dotar de significado a la pérdida y avanzar a partir de ella.
Desde el punto de vista técnico, la plasticidad con la que se representan los movimientos de los cuerpos, el cuidado con el que refleja la luminosidad de la naturaleza o los detalles de las viviendas y de la vida diaria, despiertan nuestro interés e identificación con los personajes.
La acción se sitúa en la isla de Awaji, en el mar interior de Seto. Al otro lado del puente, finalizado en 1998, se encuentra la gran isla de Shikoku, donde se da una alta concentración de templos budistas. Un escenario apropiado, por tanto, para que tres espíritus caídos en desgracias se reencarnen en yokai salidos de las páginas de un kybyoshi -pequeños libros ilustrados de tapas amarillas populares durante el siglo XVIII-.


Cartas desde Iwo Jima
evita centrar el interés dramático en la influencia estratégica del hecho histórico que narra, o caer en la supuesta belleza de la épica bélica. En su lugar, muestra crudamente el miedo y el sufrimiento de personas corrientes utilizadas y abandonadas por el poder (nos recuerda a Operación Muerte, el relato autobiográfico de Shigeru Mizuki); dolor que se ve incrementando por una forma de concebir la obligación -fidelidad a la patria, obediencia a los superiores, tradición, honor- que se vuelve tan ilógica como disfuncional en ese contexto. Este artículo presenta una interesante perspectiva sobre las relaciones entre personajes y sus conflictos ideológicos y de intereses.
Al mismo tiempo, Eastwood mantiene el punto de vista habitual en su filmografía, centrado en su admiración por el individuo que se enfrenta en solitario a la presión del entorno y a dilemas morales que resuelve con valentía, dignidad y un código muy sencillo ("Haz siempre lo correcto porque es lo correcto"). Por tanto, su crítica a la guerra está, en buena medida, basada en su oposición a la influencia del sistema sobre las personas.
Más allá de estos aspectos, las cartas son un elemento fundamental en la narración: humanizan a los protagonistas y les dan una personalidad propia a través de la revelación de su pasado y anhelos.


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